¿Vale la pena invertir miles de millones en investigaciones como las del CERN?

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Cada vez que una investigación de gran envergadura llega a los titulares de los medios, hay alguien –si no muchos– que se pregunta… ¿vale la pena invertir tanto en investigaciones así?

Y la pregunta, en esta ocasión, remite a uno de los mayores experimentos de física de todos los tiempos en el Gran Colisionador de Hadrones, que este domingo 5 de abril volvió a funcionar con el objetivo de explorar el mundo de las partículas subatómicas. El gigantesco aparato, con una maquinaria increíblemente sofisticada emplazada a lo largo de un túnel circular de 27 kilómetros, ha generado hasta el momento un gasto de US$6.000 millones.

En 2008, cuando la máquina entró en funcionamiento, un importante científico británico se quejó dijo que «Los físicos de partículas parecen recibir todo el dinero que quieren». En su opinión, la humanidad se enfrenta con una larga lista de amenazas inmediatas y severas que merecen el mismo tipo de inversión que las investigaciones del CERN.

Comentarios similares surgieron el día en que la nave Rosetta logró su histórico encuentro un cometa que estaba más allá de Marte. Muchos se preguntaban qué beneficios para la humanidad traería el conocimiento que la sonda pudiese obtener. Y una respuesta es por razones prácticas: si un cometa se acerca hacia nosotros, sería bueno saber de qué está hecho y cómo podemos desviarlo. Otra es que seguramente permitiría satisfacer nuestra curiosidad sobre si los cometas fueron los que trajeron agua a la tierra o incluso la vida. Pero la respuesta más contundente es que generaciones previas sólo pudieron observar a los cometas con asombro y miedo, mientras que puede que nosotros seamos los primeros en entenderlos.

La misma clase de argumento puede usarse con el Gran Colisionador de Hadrones.

Cuando se descubrió el famoso bosón de Higgs y confirmó su posición en el Modelo Estándar de física, eso fue en sí mismo un logro extraordinario, ya que demostró la existencia de un proceso invisible que cumple el rol fundamental de darle a las otras partículas su masa o sustancia. Impresionante, sí, ¿pero cambió en algo en nuestra existencia cotidiana?

La respuesta es no. Pero es un gran paso en el camino hacia el entendimiento de cómo funciona el universo. Y todavía hay mucha más información por venir. La próxima colisión de protones puede revelar algo sobre la mayoría de la materia que existe pero que no hemos podido ver: eso que conocemos como la materia oscura. Puede que encuentren evidencia para la extraña noción de que hay otras dimensiones, u hordas de partículas que no habíamos visto y que forman pares con las que conocemos.

Todo esto nos abrirá los ojos a una nueva forma de percibir lo que vemos y tocamos, cómo está hecho y cómo se mantiene cohesionado.

Aunque puedan ser asombrosos, estos descubrimientos no serán en sí algo tangible que cambie nuestra forma de vida. Pero así es como funciona la ciencia: un nuevo hallazgo puede abrir una puerta y luego es el turno de otros investigadores decidir si quieren atravesar el umbral, a veces décadas más tarde, para desarrollar aplicaciones prácticas. Por ejemplo, el hecho de que vivamos en la era de la electrónica no ocurrió gracias a un único descubrimiento. Sus raíces pueden trazarse hasta los teóricos y experimentadores brillantes que hicieron un trabajo pionero en el siglo XIX: Michael Faraday, James Clerk Maxwell y J.J. Thomson, por nombrar unos pocos.

Quién sabe si el bosón de Higgs o las partículas de materia oscura pueden dar lugar a saltos científicos similares en los próximos 50 o 100 años. En el caso del CERN, nunca lo sabremos a menos que se lleve a cabo el trabajo básico de exploración.

En los años 60, cuando la NASA estaba bajo presión para justificar el costo de las misiones Apolo, recurrió a las aplicaciones que podían derivarse del proyecto. Los viajes a la Luna, decían, les dieron un impulso único a la tecnología y produjeron maravillas como los aparatos electrónicos en miniatura y las sartenes en las que la comida no pega.

Y esto es otro componente clave del caso del CERN. Puede llevarse el crédito por inventar un sistema para compartir información a nivel global: la World Wide Web o la Red Informática Mundial, surgida a raíz de investigaciones que en dicho momento podrían haber parecido irrelevantes.

Hoy, son las que te permiten leer este artículo.

Fuente: BBC mundo

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