Por primera vez descubren oxígeno fuera de la Vía Láctea

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Cada vez que tomas un vaso de H2O estás ingiriendo un líquido que, en su mayor parte, tiene unos 13.400 millones de años de edad, ya que los átomos de hidrógeno del agua se formaron solo cientos de miles de años después del Big Bang. Los átomos de oxígeno que completan la receta del agua son más recientes: como poco se formaron 100 millones de años después del Big Bang, ya que se «forjaron» en las entrañas de las estrellas a través de reacciones de fusión nuclear, y éstas no nacieron hasta entonces.

De hecho, gracias al incansable trabajo de las estrellas el oxígeno es el tercer elemento químico más abundante en el universo. Por eso mismo, el oxígeno molecular (O2) habría de ser una de las moléculas más fáciles de encontrar en las nubes moleculares. Éstas son unas regiones del medio interestelar en las que la materia está más concentrada, por lo que tiene el aspecto de nubes y permite la formación de moléculas (mientras que en otras regiones del medio interestelar no hay moléculas, sino gas ionizado). Pero hasta ahora, lo cierto es que solo se había encontrado oxígeno en el sistema solar y en dos puntos de la galaxia: en concreto, en las nubes de la Nebulosa de Orión y de Rho Ophiuchi. Se desconoce por qué ocurre esto, pero se cree que no se encuentra en otros lugares porque el O2 se une al polvo fabricado por las estrellas y se escapa de la detección de los telescopios.

La primera detección fuera de la Vía Láctea

Recientemente, un grupo de astrónomos de la Academia China de Ciencias (CSA, en inglés) ha anunciado el hallazgo de oxígeno fuera de la Vía Láctea, por primera vez. Los científicos, dirigidos por Junzhi Wang, han detectado oxígeno molecular en la galaxia Markarian 231 o UGC 08058, situada a unos 561 millones de años luz de la Tierra. Sus conclusiones se han publicado en The Astrophysical Journal.

Markarian 231 es una galaxia descubierta en 1969 y que se caracteriza por albergar el cuásar más cercano al sistema solar. Los cuásares son fuentes extremadamente potentes de radiación que se forman cuando un agujero negro supermasivo del centro de una galaxia comienza a engullir el gas y las estrellas que se acercan demasiado a sus «fauces» gravitatorias. El resultado es, entre otras cosas, una monstruosa emisión de energía a través de chorros relativistas que funcionan como gigantescos aceleradores de partículas.

La fábrica de oxígeno de Markarian 231

El equipo de Wang sospechaba que la radiación liberada por el corazón de Markarian 231 puede activar la liberación de oxígeno en su entorno. La idea es que este oxígeno estaría en la forma de moléculas de agua en nubes moleculares situadas en los alrededores del cuásar. Pero al recibir el embate de la radiación, liberada por el cuásar con una gran potencia, el agua se partiría y permitiría la detección de oxígeno desde la Tierra.

Por este motivo, el equipo de Wang se lanzó a investigar la galaxia Markarian 23 con el radiotelescopio de 30 metros del Instituto de Radioastronomía Milimétrica, en Granada (España). Después de cuatro días de observaciones, en los que rastrearon la galaxia en varias longitudes de onda, efectivamente detectaron la huella del oxígeno molecular.

En concreto, las moléculas de oxígeno se han localizado a una distancia de más de 32.000 años luz del convulso centro de Markarian 231, tal como ha escrito Michelle Starr en ScienceAlert.com

El nacimiento de nuevas estrellas

La proporción de oxígeno, en relación con el hidrógeno molecular, es 100 veces superior en Markarian 231 que en la nebulosa de Orión. Allí, por cierto, las nubes moleculares liberan oxígeno después de ser bombardeadas por la radiación de las estrellas jóvenes, y no por un cuásar, como el situado en la lejana galaxia.

Dado que Markarian 231 es una galaxia muy activa capaz de producir enormes cantidades de estrellas, estos hallazgos tienen interesantes implicaciones. De confirmarse estas conclusiones, el trabajo de Wang y compañía sería muy importante para comprender el papel del oxígeno molecular en las galaxias y en la formación de nuevas estrellas. Tal como han sugerido los autores, «El O2 podría ser un importante refrigerante para las nubes moleculares afectadas por los flujos de los núcleos activos de las galaxias –los cuásares–».

Fuente: abc.es

 

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